sábado, 11 de diciembre de 2010

EL VIEJO MITO DEL BUEN SALVAJE



No te dejes sobornar con regalos, porque el regalo enceguece al que ve con claridad y pervierte las causas de los justos.



Presentar a un aborigen como un desecho de virtudes es una de las obsesiones típicas de los que sólo han conocido la ciudad, aquellos que no han vivido en un pueblo, ni han ido al campo, ni al bosque en toda su vida.

Presentan el concepto del bien (la naturaleza) y el mal (la ciudad). En ese orden moral de las cosas, el hombre que no hace daño a la naturaleza, que utiliza bien sus recursos naturales, que la rinde culto, etc. es el hombre moral.

Pero los pueblos primitivos no es que respeten la naturaleza, simplemente les faltan conocimientos técnicos para poder manipularla. Cuando se les ha dado o los han ido adquiriendo, han manipulado la naturaleza igual que nosotros. Lo que pasa que cuando tienes un hacha, una lanza y una canoa no tienes la misma capacidad que con un bull-dozer, con compuestos químicos, con amianto.

Porque la vida en la naturaleza es muy dura. Nanuk el esquimal murió dos años después del documental mundialmente famoso de los años veinte, porque se murió de hambre cuando se fue a cazar unas focas en el interior de la bahía de Hudson. Los aborígenes por mucho que dominen la naturaleza suelen tener una esperanza de vida muy baja.

Y es que el gran humanismo es aquel donde un ser humano pueda acabar siendo un ser humano en cualquier sitio del mundo, en cualquier entorno y situación. Aquel que necesita estar en la naturaleza para encontrarse a sí mismo acaba siendo un animal. Un ser humano se distingue por su capacidad de raciocinio, de adaptación, de polivalencia, de aprendizaje, de superación. El hombre que puede vivir y desenvolverse en el bosque, y tocar el piano en su casa. Como hacían los grandes aventureros y descubridores de antaño, que sabían hacer de todo, vivir en la ciudad, tomarse una copa de champán en un hotel de 5 estrellas, y luego tirarse 10 meses de expedición en los rincones más vírgenes e inhóspitos de la naturaleza.

El Tarzán original de Burroughs cuando va al mundo moderno se adapta, aprende idiomas, conduce, bebe, etc. Pero acaba yéndose porque allí no es el rey. No es capaz de hacer comprender a la gente los valores naturales, el sentido del deber, de la lucha… Lo que se encuentra es una sociedad acomplejada, burguesa, corrupta. Por eso Tarzán vuelve a la naturaleza, no afligido, ni triste, ni incapaz de adaptarse, sino enfadado y asqueado.  Él puede eligir.

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